Profundizando en los textos
1. Un primer repaso
Si un texto resulta ser importante para tu investigación sobre un tema, debes leerlo por lo menos dos veces. ¡Sí, dos veces! La primera lectura debe ser más bien superficial –según la definición de Adler y Van Doren, una lectura de inspección. No hace falta entenderlo todo, ni leer cada palabra. La meta en este primer repaso es sacar un bosquejo del texto. Para hacer esto, nos podemos guiar por el índice (repito: ¡el índice es una gran ayuda, no lo menosprecies!), los encabezados, las primeras y últimas frases de los párrafos, etc. Queremos simplemente discernir los contornos del texto.
Un buen ejercicio en este paso es intentar reproducir por escrito el bosquejo que el autor hubiera tenido en mente antes de escribir toda su prosa. Puede parecer una pérdida de tiempo, pero no lo es –¡pruébalo y verás! Por el camino, intenta identificar cuáles son las porciones de la lectura que más te interesan. Serán las porciones que hablan de temas que no conoces bien, temas mencionados en clase, temas polémicos, o quizá incluso temas pertinentes de modo personal (para tu vida o para tu ministerio). Deberías ser capaz de resumir el resto de la lectura, pero profundizarás más en estos temas.
¿Qué pasa si todo te interesa o resulta importante? Esto pasará más o menos dependiendo de tu nivel de familiaridad con el tema tratado en el texto. Si es la primera vez que te acercas al tema, es posible que todo te resulte imprescindible. Aún así, intenta identificar las porciones que te van a requerir más atención para no pasar todo tu tiempo con lo que te es más fácil o conocido.
2. Profundizar en los párrafos más importantes
Primero, ¿cuáles son los párrafos más importantes? Debes leer detenidamente los siguientes párrafos o secciones en tus fuentes:
Segundo, ¿qué significa profundizar? Significa leer detenidamente. Aquí pasamos al tipo de lectura que Adler y Van Doren clasifican como analítica. En esta clase de lectura, te detienes para buscar palabras que no entiendes (apuntando sus definiciones en algún lugar para no tener que buscarlas más), vuelves a leer frases e incluso párrafos para asegurar que hayas entendido el argumento del autor. La meta es poder resumir cada sección con tus propias palabras (cosa que harás en los apuntes –ver «Tomando apuntes»).
En esta clase de lectura, no te quedes en la superficie. Es decir, no te quedes solamente con las conclusiones del autor. También deberías averiguar cómo el autor ha llegado a ellas. Lo persuasivo es el porqué detrás de sus afirmaciones. Podrías estar de acuerdo con el autor, pero quizá llegas a la misma conclusión por otra vía. Si es así, el autor en cuestión no necesariamente te ayuda a apoyar tus conclusiones. Y si hay desacuerdo, tanto en las conclusiones como en la argumentación, debes averiguar por qué.
Al final de una lectura detenida y profunda, debes poder representar el pensamiento del autor fidedignamente. Leer cuidadosamente implica distinguir entre los pensamientos propios de un autor y los resúmenes de otros; cuestiones centrales que el autor quiere argumentar y afirmaciones secundarias (normalmente se debe centrar en lo que el autor quiere comprobar, y en las cosas por las cuales argumenta); afirmaciones de las cuales el autor está seguro y las que no, etc. Cobrar consciencia de todo esto es necesario para entender al autor según sus propios términos y, cuando llega el momento, para representarle bien. Si no le has entendido, no tienes derecho a evaluar su pensamiento.
Resumiendo: imagínate que estuvieras entrevistando al autor en persona, y después de la entrevista tuvieras que escribir un pequeño ensayo crítico sobre vuestra conversación. Mientras se explica, le pararías para preguntar acerca de palabras que no entiendes; le harías volver a repetir conceptos que no acabas de captar; repetirías sus puntos y sus argumentos con tus propias palabras para asegurar que lo has entendido («¿seguro quieres decir…?»); pero claro, como no tienes al autor mismo delante, en su lugar tienes que entrevistar al texto para llegar al mismo punto de entendimiento. Tienes que plantear tus preguntas al texto y buscar las respuestas.
3. Leer críticamente
La lectura activa requiere la evaluación de lo que lees. Recuerda que estás entrando en diálogo con el autor, y tienes que valorar si lo que dice es verdad, bueno, útil, bíblico o no. Recuerda, sin embargo, que si no nos hemos esforzado para entender al autor según sus propios términos (sin imponer caricaturas injustas, etc.), no tenemos aún el derecho de valorar su pensamiento. ¡Leamos con cuidado y con empatía! Leamos como nos gustaría que otros leyesen nuestros textos.
Después de haber hecho un esfuerzo de dialogar y entender al autor, debes valorar lo siguiente:
4. Pon la marcha lenta
Si los diferentes tipos de lectura son como marchas en un coche, la lectura analítica es la primera, la más lenta, incluso la reductora en un 4x4 que te permite subir una montaña sobre terreno difícil. Aunque sea lenta, vale la pena poner esta marcha porque cuando llegamos a la cima de la montaña, podemos disfrutar las vistas. Es ahora cuando dejamos de simplemente asimilar información o darnos cuenta de posibles perspectivas nuevas, y empezamos a realmente entender y aplicar el texto a nuestras vidas. Es ahora cuando las afirmaciones y argumentos del autor que estamos leyendo pueden cambiar nuestro parecer y hacernos crecer. Es ahora cuando ya podemos entrar en la conversación de la cual participa el texto que leemos y contribuir a que vaya adelante.
Mas en «La lectura»:
- ¿Sabes leer?
- Tipos de textos académicos
- La pre-lectura
- Tomando apuntes
- Hábitos personales
Si un texto resulta ser importante para tu investigación sobre un tema, debes leerlo por lo menos dos veces. ¡Sí, dos veces! La primera lectura debe ser más bien superficial –según la definición de Adler y Van Doren, una lectura de inspección. No hace falta entenderlo todo, ni leer cada palabra. La meta en este primer repaso es sacar un bosquejo del texto. Para hacer esto, nos podemos guiar por el índice (repito: ¡el índice es una gran ayuda, no lo menosprecies!), los encabezados, las primeras y últimas frases de los párrafos, etc. Queremos simplemente discernir los contornos del texto.
Un buen ejercicio en este paso es intentar reproducir por escrito el bosquejo que el autor hubiera tenido en mente antes de escribir toda su prosa. Puede parecer una pérdida de tiempo, pero no lo es –¡pruébalo y verás! Por el camino, intenta identificar cuáles son las porciones de la lectura que más te interesan. Serán las porciones que hablan de temas que no conoces bien, temas mencionados en clase, temas polémicos, o quizá incluso temas pertinentes de modo personal (para tu vida o para tu ministerio). Deberías ser capaz de resumir el resto de la lectura, pero profundizarás más en estos temas.
¿Qué pasa si todo te interesa o resulta importante? Esto pasará más o menos dependiendo de tu nivel de familiaridad con el tema tratado en el texto. Si es la primera vez que te acercas al tema, es posible que todo te resulte imprescindible. Aún así, intenta identificar las porciones que te van a requerir más atención para no pasar todo tu tiempo con lo que te es más fácil o conocido.
2. Profundizar en los párrafos más importantes
Primero, ¿cuáles son los párrafos más importantes? Debes leer detenidamente los siguientes párrafos o secciones en tus fuentes:
- Buenos resúmenes de tu tema o aspectos de él.
- Afirmaciones que te ayudan a formular una afirmación principal de tesis para un trabajo de investigación.
- Evidencia y argumentos que apoyan esta afirmación.
- Evidencia y argumentos que van en contra de tu afirmación principal de tesis (¡querrás dialogar con perspectivas alternativas!)
Segundo, ¿qué significa profundizar? Significa leer detenidamente. Aquí pasamos al tipo de lectura que Adler y Van Doren clasifican como analítica. En esta clase de lectura, te detienes para buscar palabras que no entiendes (apuntando sus definiciones en algún lugar para no tener que buscarlas más), vuelves a leer frases e incluso párrafos para asegurar que hayas entendido el argumento del autor. La meta es poder resumir cada sección con tus propias palabras (cosa que harás en los apuntes –ver «Tomando apuntes»).
En esta clase de lectura, no te quedes en la superficie. Es decir, no te quedes solamente con las conclusiones del autor. También deberías averiguar cómo el autor ha llegado a ellas. Lo persuasivo es el porqué detrás de sus afirmaciones. Podrías estar de acuerdo con el autor, pero quizá llegas a la misma conclusión por otra vía. Si es así, el autor en cuestión no necesariamente te ayuda a apoyar tus conclusiones. Y si hay desacuerdo, tanto en las conclusiones como en la argumentación, debes averiguar por qué.
Al final de una lectura detenida y profunda, debes poder representar el pensamiento del autor fidedignamente. Leer cuidadosamente implica distinguir entre los pensamientos propios de un autor y los resúmenes de otros; cuestiones centrales que el autor quiere argumentar y afirmaciones secundarias (normalmente se debe centrar en lo que el autor quiere comprobar, y en las cosas por las cuales argumenta); afirmaciones de las cuales el autor está seguro y las que no, etc. Cobrar consciencia de todo esto es necesario para entender al autor según sus propios términos y, cuando llega el momento, para representarle bien. Si no le has entendido, no tienes derecho a evaluar su pensamiento.
Resumiendo: imagínate que estuvieras entrevistando al autor en persona, y después de la entrevista tuvieras que escribir un pequeño ensayo crítico sobre vuestra conversación. Mientras se explica, le pararías para preguntar acerca de palabras que no entiendes; le harías volver a repetir conceptos que no acabas de captar; repetirías sus puntos y sus argumentos con tus propias palabras para asegurar que lo has entendido («¿seguro quieres decir…?»); pero claro, como no tienes al autor mismo delante, en su lugar tienes que entrevistar al texto para llegar al mismo punto de entendimiento. Tienes que plantear tus preguntas al texto y buscar las respuestas.
3. Leer críticamente
La lectura activa requiere la evaluación de lo que lees. Recuerda que estás entrando en diálogo con el autor, y tienes que valorar si lo que dice es verdad, bueno, útil, bíblico o no. Recuerda, sin embargo, que si no nos hemos esforzado para entender al autor según sus propios términos (sin imponer caricaturas injustas, etc.), no tenemos aún el derecho de valorar su pensamiento. ¡Leamos con cuidado y con empatía! Leamos como nos gustaría que otros leyesen nuestros textos.
Después de haber hecho un esfuerzo de dialogar y entender al autor, debes valorar lo siguiente:
- La fiabilidad del argumento. Aquí me refiero a la mecánica de su presentación. ¿Organiza su presentación de manera clara? ¿Maneja bien sus fuentes (es bueno, siempre en la medida de lo posible, averiguar si cita bien sus fuentes, sin sacar sus afirmaciones del contexto, etc.)? ¿Incluye también evidencias en contra de su argumento, o intenta manipular, presentando únicamente parte del retrato total?
- La calidad del argumento. En este caso, evalúas si su argumento es persuasivo: ¿Tiene coherencia lógica? ¿Es verídica? ¿Los argumentos son válidos? ¿Se desprende la conclusión de ellos?
4. Pon la marcha lenta
Si los diferentes tipos de lectura son como marchas en un coche, la lectura analítica es la primera, la más lenta, incluso la reductora en un 4x4 que te permite subir una montaña sobre terreno difícil. Aunque sea lenta, vale la pena poner esta marcha porque cuando llegamos a la cima de la montaña, podemos disfrutar las vistas. Es ahora cuando dejamos de simplemente asimilar información o darnos cuenta de posibles perspectivas nuevas, y empezamos a realmente entender y aplicar el texto a nuestras vidas. Es ahora cuando las afirmaciones y argumentos del autor que estamos leyendo pueden cambiar nuestro parecer y hacernos crecer. Es ahora cuando ya podemos entrar en la conversación de la cual participa el texto que leemos y contribuir a que vaya adelante.
Mas en «La lectura»:
- ¿Sabes leer?
- Tipos de textos académicos
- La pre-lectura
- Tomando apuntes
- Hábitos personales